But we will not stop fighting to restore the NHS
Even as the Con Dems destroy it"
Trisha Greenhalgh ( @trishgreenhalgh)
El pasado martes y tras más de un año de intensos y acalorados debates en las mejores revistas científicas británicas, David Cameron consiguió aprobar the Health and Social Care Bill, la ley que abre la puerta a la privatización del National Health Service, y en definitiva, a la demolición de un modelo sanitario ( el sistema nacional de salud) que fue modelo de referencia durante el último siglo. Mientras un 21 de marzo (de 1946 ) Aneurin Bevan informó de la constitución del NHS, otro 20 de marzo ( pero de 2012), Cameron promulga la ley que posiblemente acabe con él. El modelo que inspira la reforma parece ser el americano, uno de los países del mundo con mayor porcentaje de PIB dedicado a gasto sanitario del mundo, y que sin embargo mantiene a un amplio porcentaje de su población sin cobertura sanitaria alguna. Como es fácil suponer, el que de verdad triunfa es el invisible mercado y los intereses de los grandes lobbies relacionados con la salud como negocio: compañías farmacéuticas, grandes aseguradoras privadas, tecnológicas que monopolizan los polígonos de la salud, o consultoras privadas como McKinsey .
La noticia, de amplia repercusión lógicamente en los medios de comunicación británicos, no ha tenido ninguna repercusión en los medios españoles, incluidos aquellos que se hacen llamar progresistas, y que tan preocupados aparentan estar por el mantenimiento del sistema nacional de salud.
The Health and Social Care Bill no solamente ha puesto en la picota en el Reino Unido a la derecha, que ha sacado la ley adelante con la oposición frontal de la abrumadora mayoría de profesionales sanitarios, sino a su socio de gobierno (el partido liberal demócrata de Nick Clegg que ha traicionado escandalosamente sus principios esenciales) y también al laborismo moderno de Tony Blair y su tercera vía, responsable de abrir la puerta del corral para que entrara el lobo.
Mientras tanto los partidos políticos españoles andan tirándose a la cabeza el copago, fantástico señuelo que tiene entretenidos a unos y a otros, con esa afición tan española de simplificar las cosas y considerar que atacar el copago es síntoma de progresismo, como si no existiera copago desde hace décadas. Una demostración más de lo que Meneu y Peiró llaman "la vergonzante y reiterada exhibición de impudicia de nuestros legisladores". que han sido incapaces de abordar el desatino que supone mantener "una prestación farmacúetica financiada agregadamente con recursos públicos de manera casi total (95%), pero compatible con un copago nominal muy elevado (40%), y sumamente injusto en su distribución", como señalan ambos en el capítulo que escriben en la Refundación de la Atención primaria de Vicente Ortún..
Decía Napoleón que cuando el enemigo anda equivocado conviene no distraerle, y eso deben pensar los muñidores en la sombra de la verdadera reforma que posiblemente nos espere, si no somos suficientemente sensibles para interpretar las señales de humo que nos llegan desde Gran Bretaña. A pesar de que el gasto sanitario privado supone ya cerca del 30% del total en España ( 10 puntos porcentuales más que el Reino Unido), y a pesar de que las concesiones administrativas a los sospechosos triángulos que forman constructoras, entidades bancarias y por supuesto aseguradoras privadas, prosiguen su proceso de diseminación de metástasis en el cuerpo enfermo del Sistema Nacional de salud, nadie parece prestar atención a las consecuencias que podría tener para nuestro sistema una reforma como la inglesa.
Hoy he coincidido con un colega británico de la Universidad de Sheffield en el marco del Comité Académico de nuestro proyecto común, el Máster en Salud Pública Europubhealth. Le pregunto sobre las consecuencias de la ley aprobada por Cameron. Me responde que es una tragedia. Me confirma que la mayoría de la profesión ( médicos, enfermeros, farmacéuticos) está en contra. Y que por desgracia el proceso de destrucción puede ser irreversible. Sin embargo la población no es consciente de los tiempos que se avecinan: ha calado la idea de que la competencia es buena (cualquiera piensa en las compañías de móviles), pero la introducción de compañías privadas no implicará competencia en calidad, sino en costes. Se están cerrando hospitales, están aumentando las listas de espera, se está deteriorando la calidad ( más del 40% del staff del NHS no recomendaría los servicios sanitarios a sus familiares). La población británica no ha estado suficientemente informada de lo que se avecina. ¿La nuestra?. Aún menos.
La noticia, de amplia repercusión lógicamente en los medios de comunicación británicos, no ha tenido ninguna repercusión en los medios españoles, incluidos aquellos que se hacen llamar progresistas, y que tan preocupados aparentan estar por el mantenimiento del sistema nacional de salud.
The Health and Social Care Bill no solamente ha puesto en la picota en el Reino Unido a la derecha, que ha sacado la ley adelante con la oposición frontal de la abrumadora mayoría de profesionales sanitarios, sino a su socio de gobierno (el partido liberal demócrata de Nick Clegg que ha traicionado escandalosamente sus principios esenciales) y también al laborismo moderno de Tony Blair y su tercera vía, responsable de abrir la puerta del corral para que entrara el lobo.
Mientras tanto los partidos políticos españoles andan tirándose a la cabeza el copago, fantástico señuelo que tiene entretenidos a unos y a otros, con esa afición tan española de simplificar las cosas y considerar que atacar el copago es síntoma de progresismo, como si no existiera copago desde hace décadas. Una demostración más de lo que Meneu y Peiró llaman "la vergonzante y reiterada exhibición de impudicia de nuestros legisladores". que han sido incapaces de abordar el desatino que supone mantener "una prestación farmacúetica financiada agregadamente con recursos públicos de manera casi total (95%), pero compatible con un copago nominal muy elevado (40%), y sumamente injusto en su distribución", como señalan ambos en el capítulo que escriben en la Refundación de la Atención primaria de Vicente Ortún..
Decía Napoleón que cuando el enemigo anda equivocado conviene no distraerle, y eso deben pensar los muñidores en la sombra de la verdadera reforma que posiblemente nos espere, si no somos suficientemente sensibles para interpretar las señales de humo que nos llegan desde Gran Bretaña. A pesar de que el gasto sanitario privado supone ya cerca del 30% del total en España ( 10 puntos porcentuales más que el Reino Unido), y a pesar de que las concesiones administrativas a los sospechosos triángulos que forman constructoras, entidades bancarias y por supuesto aseguradoras privadas, prosiguen su proceso de diseminación de metástasis en el cuerpo enfermo del Sistema Nacional de salud, nadie parece prestar atención a las consecuencias que podría tener para nuestro sistema una reforma como la inglesa.
Hoy he coincidido con un colega británico de la Universidad de Sheffield en el marco del Comité Académico de nuestro proyecto común, el Máster en Salud Pública Europubhealth. Le pregunto sobre las consecuencias de la ley aprobada por Cameron. Me responde que es una tragedia. Me confirma que la mayoría de la profesión ( médicos, enfermeros, farmacéuticos) está en contra. Y que por desgracia el proceso de destrucción puede ser irreversible. Sin embargo la población no es consciente de los tiempos que se avecinan: ha calado la idea de que la competencia es buena (cualquiera piensa en las compañías de móviles), pero la introducción de compañías privadas no implicará competencia en calidad, sino en costes. Se están cerrando hospitales, están aumentando las listas de espera, se está deteriorando la calidad ( más del 40% del staff del NHS no recomendaría los servicios sanitarios a sus familiares). La población británica no ha estado suficientemente informada de lo que se avecina. ¿La nuestra?. Aún menos.
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